domingo, 13 de enero de 2008

Contextualizacion de la Edad Media

Contextualización y características de la Edad Media:

La Edad Media es un amplísimo periodo histórico qu abarca más de un milenio. Aunque en ocasiones no hay pleno acuerdo sobre las fechas que dan comienzo y final de esta etapa, normalmente, y por cuestión de convención, se sitúa entre la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 y el descubrimiento de América en 1492.

Estas fechas tienen la suficiente relevancia histórica para acotar conceptualmente la Edad Media pero lógicamente no son más que simples referencias, pues la historia que es multidimensional (política, sociedad, cultura, espiritualidad, etc.) no puede acotarse de forma tajante mediante hechos concretos por muy importantes que sean.

El propio nombre de Edad Media, como otros muchos que se emplean para designar movimientos artísticos de este periodo, no es otra cosa que una denominación peyorativa y descalificante que inventaron los hombres del "Renacimiento" para designar lo que ellos consideraban una etapa oscura y de transición entre el gran mundo grecorromano y la recuperación del Clasicismo en los siglos XV y XVI.

Así, la Edad Media sería una especie de túnel de barbarie e incivilización en el que la Humanidad habría entrado durante diez siglos tras la caída de Roma y el renacer de las tradiciones latinas y griegas.

Esta idea es más o menos aceptada en Occidente hasta el siglo XIX. Es estos años, coincidiendo con un renacer de la historiografía, una revisión de las ideas asumidas y el furor nacionalista de las sociedades occidentales, se vuelve a mirar a la Edad Media con nuevos ojos. Es la etapa del Romanticismo que considera el mundo medieval como la fase de gestación y consolidación de los países de Europa y su sentimiento de identidad nacional. Durante gran parte del siglo XIX la arquitectura europea va a estar dominada por los movimientos historicistas neomedievales, como el neorrománico y especialmente el neogótico. En España, además, el periodo romántico de la arquitectura va a ocuparse del que se consideraba como único estilo artístico verdaderamente castizo español, el mudéjar, y se edificaran numerosos edificios neomudéjares e incluso en un revival de la arquitectura y ornamentación islámica andausí.

Estos dos extremos de opuesta consideración sobre la Edad Media se sigue viviendo en la actualidad. Tal hecho se aprecia en la literatura y el cine (especial mención hay que hacer del exitoso, y a veces oportunista, género de la "novela histórica" tan de moda en estos últimos años) que frecuentemente estereotipa las grandezas y miserias de estos mil años sin llegar a centrar convenientemente su compleja realidad social y cultural.

Mil años de historia de Occidente no pueden ofrecer un aspecto homogéneos por lo que el estudio de la Edad Media no sólo ofrece distintas versiones (política, bélica, cultural, etc.) sino constantes cambios cronológicos.

Etapas de la Edad Media en Occidente

Los primeros siglos de la Alta Edad Media es considerada como el periodo medieval más oscuro como consecuencia de la relativa pérdida del orden y la cultura romanas. Las guerras y la violencia fuerzan la consolidación de un sistema feudal de intercambio de servicios y contrapartidas.

Durante esta etapa se suele olvidar el brillo cultural y artístico remansado en el Imperio Romano de Oriente, convertido en el Imperio Bizantino que, a pesar de sus muchos conflictos, conservó el acerbo cultural y científico romano y lo irradió al resto de Occidente mediante influencias directas e indirectas (árabes de Al_andalus y siglos más tarde durante el conflicto de las Cruzadas)

Más conocido es el efímero pero fructífero renacimiento carolingio de los siglos VIII y IX que puso las base de lo que dos centurias más tarde se vendría en llamar el Renacimiento Románico.

Dicho renacimiento, producido en el siglo XI, es consecuencia de una combinación de mejoras de tipo técnico, político y económico surgidas poco después del emblemático y apocalíptico año 1000 y es la etapa de florecimiento del mundo religioso y cultural monástico que se plasma en un revivir sin precedentes de arquitectura, escultura, pintura, iluminación de manuscritos, etc.

ambién se considera consecuencia de la activación del fenómeno de las peregrinaciones y del sentimiento de defensa de la fe mediante el espíritu de cruzada, que paradójicamente activó el trasvase de nuevas ideas por el trasiego de gentes viajeras que supuso.

Será precisamente esta progresiva apertura e intercomunicación la que irá transformando la sociedad y la percepción del mundo que tendrá como clímax el siglo del gótico, el XIII.

Esta centuria vive el renacer de las ciudades y la vida urbana, el traslado del protagonismo de los monasterios a las catedrales y parroquias urbanas, el declive de las órdenes monásticas anteriores en beneficio de los conventos mendicantes, la creación de universidades y una revalorización de los aspectos relacionados con la naturaleza y el hombre.

La crisis y muerte de la Edad Media

Tras el brillo de los siglos XI, XII y XIII, la Baja Edad Media vivirá durante el siglo XIV su periodo de mayor crisis de la que Europa tardará tiempo en recuperarse y que, de alguna manera, abocará a una renovación de puntos de vista sobre el hombre y la vida que conducirán al renacimiento.

En efecto, este siglo XIV traerá a Europa todo tipo de calamidades, como conflictos bélicos constantes y especialmente la epidemia de la Peste Negra que asoló gran parte de Europa a mitad de siglo y que según diversos historiadores acabó con la vida de la mitad de la población.

El problema religioso y su repercusión:

El Cristianismo se había convertido en la religión oficial del Imperio Romano en el siglo IV y había empezado a extenderse entre las tribus germánicas antes de la caída de Roma. La división del Imperio Romano en dos, el de Oriente y el de Occidente, resultó también en una partición en el seno de la Iglesia Cristiana. La parte occidental, centrada en Roma, se convirtió en católica; la parte oriental, centrada en Constantinopla, se convirtió en ortodoxa. En el siglo VII surgió en Arabia el Islam, una de las grandes religiones del mundo.

El cristianismo

La expansión del cristianismo entre los bárbaros constituyó una poderosa fuerza civilizadora y ayudó a asegurar que algunos vestigios de la ley romana y del latín continuaran en Francia, Italia, España y Portugal. Sólo en Inglaterra el cristianismo romano sucumbió ante las creencias paganas. Los francos se convirtieron al catolicismo durante el reinado de Clovis y, a partir de entonces, expandieron el cristianismo entre los germanos del otro lado del Rin. Por su parte, los bizantinos extendieron el cristianismo ortodoxo entre los búlgaros y los eslavos.

El cristianismo fue llevado a Irlanda por San Patricio a principios del siglo V, y desde allí se extendió a Escocia, desde donde regresó a Inglaterra por la zona norte. A finales del siglo VI, el Papa Gregorio el Grande envió misioneros a Inglaterra desde el sur. En el transcurso de un siglo, Inglaterra volvió a ser cristiana.

Los monasterios

Durante los disturbios de la Edad Oscura, unos cuantos cristianos fuertemente comprometidos se retiraron de la sociedad para vivir como ermitaños, normalmente en el salvaje e inhóspito límite de la civilización. Los ermitaños, a su vez, inspiraron a los clérigos más convencionales a realizar votos de pobreza y de servicio como respuesta a las enseñanzas de Jesucristo.

Muchos de estos clérigos formaron nuevas comunidades de religiosos afines que recibieron el nombre de monasterios. El Papa Gregorio alentó la construcción de monasterios por toda la Europa cristiana. En algunas zonas de Europa, pronto se convirtieron en los únicos reductos del saber. Hay quien opina, por ejemplo, que los monjes irlandeses preservaron la civilización en sus monasterios. Los monjes irlandeses se desplazaron a otras zonas europeas para enseñar y revivir el interés por el saber. Los monasterios eran la principal fuente de hombres instruidos capaces de ayudar en la administración del gobierno, por lo que muchos adquirieron importancia como asistentes y consejeros reales.

Con el tiempo, los monasterios se enriquecieron por las donaciones de tierras, como le había pasado a la iglesia romana. Se fundaron distintas órdenes religiosas con diferentes objetivos. Algunas vivían replegadas en sus propios intereses; otras formaban a misioneros para enviarlos a tierras salvajes; otras aconsejaban a los papas en materia doctrinal; y otras proporcionaban importantes servicios comunitarios como el cuidado de ancianos y enfermos o el socorro a los necesitados.

El Islam

El Islam fue fundado en Arabia en el siglo VII por el profeta Mahoma. Se propagó rápidamente e inspiró un gran movimiento de conquista. El mapa político de África del Norte, del Medio Oriente y de Asia central cambió casi de la noche a la mañana. La Península Ibérica, el Medio Oriente, Asia Menor, Iraq, Irán, Afganistán, parte de la India, Paquistán y parte de Rusia se convirtieron al islamismo. Durante el breve periodo en que el Imperio Islámico permaneció unido, amenazó con cumplir su objetivo de convertir al mundo entero a sus creencias. La estabilidad y el crecimiento económico del nuevo mundo islámico trajeron una paz y prosperidad a sus territorios que eran desconocidas en la Europa occidental del momento. La cultura musulmana sobrepasó a la bizantina en las artes, las ciencias, la medicina, la geografía, el comercio y la filosofía.

Los conflictos entre los musulmanes y los cristianos dieron como resultado las Cruzadas, una serie de intentos por parte de la Cristiandad Occidental para reconquistar Tierra Santa en Palestina.
Los peregrinos

Los cristianos daban muestras de fe peregrinando a Roma, Santiago de Compostela e incluso Jerusalén. Los que habían visitado Santiago de Compostela, prendían conchas de vieira a sus sayales como símbolo de distinción.

Las Catedrales

A partir del siglo XII, y debido a la prosperidad de la época, se desarrollaron las artes, especialmente la arquitectura. La catedral se convirtió en el símbolo permanente de la arquitectura de la Edad Media. Se erigieron magníficos templos en agradecimiento a Dios por las bendiciones otorgadas a su pueblo. Las ciudades competían por tener la más bella catedral con las agujas más altas apuntando al cielo. La mayor inversión de capital durante el periodo, toda una fortuna, se destinó a la construcción de catedrales, cuyas obras tardaban más de un siglo en concluir.

El material predominante en la construcción de las catedrales era la piedra, que minimizaba el peligro de incendios. Por otra parte, el acero escaseaba y el hierro era demasiado endeble para sujetar los inmensos edificios de altura sin precedentes. Los arquitectos desarrollaron nuevas soluciones a viejos problemas, ideando el arco apuntado y los arbotantes para desplazar el peso de la carga de los techos abovedados hacia los macizos soportes de piedra. Las nuevas tecnologías hicieron posible la construcción de grandes catedrales, grandes vidrieras (con frecuencia bellamente adornadas con vidrios de colores) y altas agujas. Los franceses fueron los pioneros en la construcción de las nuevas catedrales. En el 1163, se inició la construcción de Notre Dame en París, que acabó 72 años más tarde. Las obras de la catedral de Chartres comenzaron en 1120, concluyendo en 1224 tras haberse incendiado dos veces durante su construcción.

Las catedrales constituían una gran fuente de prestigio y de orgullo cívico. Por su parte, los devotos y los peregrinos eran un creciente manantial de ingresos para las ciudades con catedral.

sábado, 12 de enero de 2008

Camino de Santiago






El Camino de Santiago a raíz del hallazgo de de la tumba del Apóstol Santiago.
La historia del Camino de Santiago se remonta al siglo IX con el descubrimiento del sepulcro de Santiago el Mayor, evangelizador de España. El obispo Teodomiro halla el mausoleo sepulcral, identificándolo como la tumba del Apóstol Santiago.
Este hallazgo fue un hecho trascendental que conmovió profundamente a los pueblos del Occidente Medieval. No existen datos precisos de las circunstancias del descubrimiento del mausoleo, sus descubridores consideraron este hecho como una revelación divina de la instauración del culto sepulcral a Santiago en el lugar en el que fue hallado.

La peregrinación hacia la tumba del apóstol supuso la llegada de un nuevo ambiente cultural que se ven reflejadas en algunos monumentos que encontramos a lo largo del Camino como:

-la Colegiata de Roncesvalles
- la Catedral de Pamplona
-la Iglesia de Torres del Río


Los soberanos de Aragón, Navarra y Castilla se esforzaron por atraer a sus dominios a gentes ricas y poderosas de otros países, por lo que utilizaron todos los medios a su alcance para seducirlos.

La orden de Cluny pronto se hace eco del prestigio de Compostela y durante el siglo XI promueve las peregrinaciones a Santiago. A cambio, los reyes cristianos hacen generosas donaciones a sus monasterios.
A lo largo del siglo XI la afluencia de peregrinos se intensifica y comienza la labor organizadora de los reyes para facilitar el tránsito. Se comienzan a erigir puentes y hospitales en los enclaves necesarios. Comienza a establecerse una ruta principal con sus respectivas estaciones.

La gran ruta de peregrinación de los siglos XII y XIII es la concesión desde Roma de los años Santos Compostelanos, con la posibilidad de que los peregrinos obtengan la indulgencia plenaria.
La Bula "Regis Aeterni" concedida por el Papa Alejandro III en 1179, confirma el privilegio concedido a Compostela por el papa Calixto II en el año 1120 por lo que serán Años Santos todos aquéllos en los que el día 25 de julio coincida en domingo es decir, cada seis.

En 1139 Aymeric Picaud lleva a Santiago su "Guía del Peregrino" denominado Codex Calixtinus atribuido por los monjes de Cluny al Papa Calixto II, de ahí su nombre. En él se describe el Camino de Santiago y se dan multitud de consejos para recorrerlo, a la vez que describe sus lugares y gentes.

A partir de la peste negra que asola Europa en el siglo XIV las peregrinaciones disminuyen, pero sin duda es el último cuarto del siglo XX cuando verdaderamente se produce el resurgir de las peregrinaciones a Santiago.

El arzobispo de Santiago en el periodo 1587-1602, Don Juan de Sanclemente y Torquemada, ante la amenaza del corsario Francis Drake que había manifestado su intención de destruir la catedral y el relicario del apóstol, ocultó sus restos llevándose el secreto a la tumba.

Se logra que durante los siguientes dos siglos las peregrinaciones a Compostela entran en una atonía tal que según cuentan las crónicas, el 25 de julio de 1867 tan solo habían acudido a Compostela unas pocas decenas de peregrinos.

La Rioja, cuenta con el tramo más corto de las comunidades atravesadas por el Camino Francés. Sin embargo la importancia histórica, cultural, social y artística de es fundamental y según la historia Silense, es Sancho III el Mayor quien fija a principios del siglo XI el que sería ya definitivo trazado del Camino Francés.

La paulatina conquista militar favoreció el auge de las peregrinaciones por el territorio riojano y la consiguiente fijación de la ruta terrestre.
Por otro lado, la leyenda de Santiago Matamoros nace en la riojana localidad de Clavijo de Logroño donde en el siglo IX tuvo lugar la legendaria batalla de Clavijo.

La riojana localidad de Santo Domingo de la Calzada es un enclave fundamental del camino. Esta ciudad nace fundada por el santo que le da nombre con el fin de dar servicio al peregrino.

LAS RUTAS

La mayoría de los peregrinos llega a Santiago por el llamado "Camino Francés", pero hay otras seis rutas más por las que se puede hacer el camino santo.

- La vía francesa es la más transitada y promocionada, entra en España por Roncesvalles y Somport, en los Pirineos y atraviesa las comunidades autónomas de Aragón, Navarra, La Rioja, Castilla y León y Galicia.
-La segunda ruta conocida es la del "Camino Norte", entra en Galicia por Ribadeo desde la costa, y por A Fonsagrada desde el interior, una vez recorrido la costa española del Cantábrico a partir de Irún atravesando Euskadi, Cantabria y Asturias.
Sería hasta el siglo X el más frecuentado. Los peregrinos procedentes del norte de Europa y de las Islas Británicas hacían su peregrinaje por mar siguiendo el denominado "Camino Inglés", desembarcaban en el puerto de la Coruña o en El Ferrol y desde allí continuaban a pie hasta la Catedral.

También entra en Galicia el “Camino Portugués”, que lo hace por el municipio de Tui para seguir por Porriño, Mos, Redondela, Soutomaior, Vilaboa, Pontevedra, Barro, Portas, Caldas de Reis, Valga, Pontecesures, Padrón, Rois, Teo y Ames, hasta Santiago. Esta ruta tiene también una variante que alcanza la frontera española por Chaves y, ya en Galicia se une al Camino del Sureste por Verín.

La quinta ruta es el "Camino del Sureste, Vía de la Plata cuyo origen se encuentra en la prolongación hasta Galicia de la calzada romana que comunicaba las ciudades de Mérida y Astorga. Entra en Galicia por A Mezquita, y desde A Gudiña cuenta con dos ramales que atraviesa numerosos pueblos gallegos hasta alcanzar su destino.

Otra vía elegida por los peregrinos es el "Camino de Fisterra-Muxía". Durante la Edad Media algunos peregrinos, después de venerar la tumba del Apóstol, seguían viaje hasta Cabo Neiro (Finisterre), considerado el fin del mundo.

El último camino utilizado por los creyentes es la "Ruta Marítima de Mar de Arousa y Río Ulla" que conmemora la llegada en barco del Apóstol Santiago desde Palestina. Tiene dos puntos de entrada en Galicia y se funde en Padrón con el Camino Portugués.


- SANTIAGO EL MAYOR.


El Santiago el Mayor era uno de los dos hijos de Zebedeo y Salomé; su hermano fue Juan el Evangelista, también apóstol. Fue uno de los apóstoles que tuvo una relación más íntima y cercana con Jesús.

A su llegada a Palestina y tras incumplir la prohibición de predicar el Cristianismo, fue decapitado en tiempos de Herodes Agripa. Según la tradición, su cadáver fue robado por los discípulos Atanasio y Teodoro y llevado en barco de nuevo a tierras españolas, en concreto a Iría Flavia.

La tradición prosigue con el viaje del cuerpo de Santiago, que es transportado en carro hasta el bosque de Libredón, lugar en que los bueyes se negaron a continuar. Este hecho debió ser tomado como una señal divina y fue elegido como lugar de enterramiento.

Para entender el largo viaje emprendido por sus discípulos desde Palestina a las costas gallegas para dar sepultura al cuerpo de su maestro, tenemos las afirmaciones de San Jerónimo: “Cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio"
Posteriormente, en el Breviario de los Apóstoles, de finales del siglo VI, se habla de la predicación de Santiago en España y de su enterramiento en el Arca Marmárica. En la segunda mitad del siglo VII, Beda el Venerable describe con precisión la localización exacta del cuerpo del Apóstol en Galicia.

Murió, entre los años 41 y 44, decapitado por orden de Herodes Agripa I, cuando el rey de los judíos, en un intento postrero e inútil de conseguir la confianza de Roma, intensificó la persecución de las primeras comunidades cristianas. Según la tradición, a la muerte de Jesús, los apóstoles se repartieron los lugares en que debían predicar, correspondiéndole a Santiago España y las regiones occidentales.

Una vez decapitado, su cuerpo fue arrojado fuera de la ciudad como pasto de perros y fieras, pero sus discípulos al caer la noche, lo recogieron y lo llevaron al puerto de Jope, donde providencialmente apareció una embarcación aparejada y sin tripulación.

Al séptimo día de navegación arribaron a la desembocadura del río Ulla, en Galicia. Al depositar el cuerpo del maestro en una gruesa roca, ésta cedió como si fuera de cera hasta convertirse en el sarcófago del santo.

- EL ROMANICO A LO LARGO DEL CAMINO


El Camino de Santiago fue la ruta de peregrinación más importante de la Europa medieval y uno de los hechos de mayor importancia y beneficio para la historia de España. Gracias al Camino de Santiago los reinos hispánicos pudieron abrirse a Europa para dar y recibir de los pueblos traspirenaicos una gran riqueza cultural.

El apogeo del románico siguió a la consolidación del Camino durante los siglos XI y XII. Los intercambios culturales surgidos de la peregrinación provocaron que este movimiento artístico se extendiera por toda Europa. Con el asentamiento de la ruta jacobea se fueron sucediendo cambios en la sociedad medieval que ayudaron también a la extensión del románico: el fortalecimiento de los reinos europeos, el crecimiento de la población y la generalización del comercio.

También tuvo una importancia capital en el florecimiento de este estilo las órdenes religiosas, sobre todo la de Cluny. El aumento de feligreses hizo que se comenzaran a construir cada vez más iglesias, pero de forma más cuidad y elaborada. Las viejas construcciones de techumbre de madera y reducidas dimensiones se transformaron en otras más resistentes y monumentales.

Se propició una arquitectura civil complementaria a la religiosa. Se comenzaron a edificar hospederías, hospitales, puentes y barrios para albergar a la masa que movía el Camino de Santiago.

Los castillos del Camino, son el símbolo por antonomasia de la Edad Media española. Entre los años 722 y 1422 el paisaje ibérico se llenó de estas monumentales construcciones de piedra que se alzaban poderos en enclaves estratégicos. Su número aumentó espectacularmente en esta época gracias a la expansión económica que se vivía, y a la recuperación de territorios en manos de los árabes durante centurias.

Alrededor de los castillos se levantaron pueblos y en su interior se formaron pequeñas y bulliciosas ciudades; con molinos, herrerías y pequeños mercados. Estas fortalezas se constituyeron en los núcleos sociales más relevantes del medioevo.
El castillo se erigió en elemento catalizador de todas las actividades de la sociedad, agrícolas, gremiales, militares...

Las ciudadelas estuvieron relacionadas de manera muy directa con la consolidación y extensión de los feudos en los territorios reconquistados a los musulmanes. El castillo solía ser la
recompensa o botín por los servicios prestados en una guerra al señor, era el centro de una naciente y boyante propiedad rural, y también la primera víctima de las revueltas populares y campesinas que se sucedieron en esos siglos.


Los peregrinos realizaron su marcha hacia Compostela al abrigo de estas magníficas construcciones que se alzaban en elevadas colinas oteando el horizonte. En el camino pudieron admirar castillos como el de Javier en Navarra; el del Temple en Ponferrada, el Castillo-Palacio de Villafranca del Bierzo en León...

A lo largo de las distintas rutas que llevan a Santiago de Compostela han transitado personas de toda índole y condición: peregrinos de buena fe, por condena judicial o canónica, juglares, pordioseros, vagabundos, aventureros, prófugos, bandidos...
Los penitentes religiosos realizaban el camino movidos por una necesidad personal, sentían un deseo incontenible de visitar el lugar en el que reposaban los restos del Apóstol Santiago para lograr una relación personal con él.
Otros peregrinos, hacían el camino para cumplir una promesa efectuada al Apóstol. Y los que estaban enfermos hacían el camino en busca de curación. Así mismo, estaba el viajero que realizaba la peregrinación como castigo, impuesto bien por la autoridad eclesiástica, o por jueces civiles. Pero no todos los que emprendían el camino lo hacían por motivos píos, algunos "peregrinos" perseguían un beneficio económico.

Una de las razones del aumento del número de peregrinos fue la instauración de la institución del Jubileo por el Papa Calixto II, que en 1122 posibilitó que todos aquellos viajeros devotos que se pusieran en camino en Año Santo -cuando la festividad del Apóstol, 25 de julio, cayese en domingo- y cumpliesen los requisitos venturosos de la peregrinación, se verían liberados de casi todos sus pecados. Esto provocó que el número de peregrinos que realizó el camino en el siglo XII ascendiera a la impresionante cifra de 200.000.


Las asociaciones jacobeas, la Iglesia, las Administraciones Públicas y particulares han ido creado una red de refugios para los peregrinos, continuando la tradicional hospitalidad del Camino de Santiago.

Los albergues de peregrinos eran promovidos por personas o instituciones con el objetivo de dar techo al peregrino. A veces es sólo eso, techo, aunque ahora la mayoría disponen de literas, agua caliente e incluso cocina.
Los refugios son para uso exclusivo de los peregrinos al estilo tradicional y para identificarse como peregrinos portan la credencial de peregrino. En función del número de plazas, se da preferencia a los peregrinos a pie, aunque las normas de cada refugio pueden diferir, teniendo siempre la última palabra el hospitalero que acoge.
Los refugios funcionan principalmente gracias a la caridad. No todos los refugios disponen de las mismas comodidades y los peregrinos deberán aceptar de buen grado lo que se les ofrezca, sabiendo que es fruto del trabajo desinteresado de muchas personas.

jueves, 10 de enero de 2008

Arquitectura, escultura, pintura y urbanismo románico: Una perspectiva general.

1. Introducción.

Históricamente el arte románico es el arte que predomina en Europa durante la alta Edad media, básicamente desde el siglo IX hasta el siglo XIII. Sin embargo la situación histórica de estos siglos tienes sus raíces en siglos anteriores cuando la desaparición del Imperio Romano produce una serie de cambios económicos, sociales y por tanto culturales. Dentro de los cambios económicos, el más significativo es la decadencia del comercio, por tanto de las ciudades y el desarrollo de un proceso de ruralización. La tierra se convierte en la pieza clave de la sociedad, no solo para los campesinos sino también para toda la gente que va ha ir abandonando las ciudades y concentrándose en las grandes propiedades. Todo ello va ha dar lugar al nacimiento de la sociedad feudal, una sociedad en la que todos sus miembros están unidos entre sí por lazos de dependencia, ya sean siervos o vasallos.

Va ha ser una sociedad muy rígida, cuya estructura va ha estar legitimada por la Iglesia cristiana. La Iglesia cristiana se va ha apoyar en los llamados “Padres de la Iglesia” y en particular en San Agustín, para hacer un paralelismo entre “la ciudad de Dios” y la “ciudad de los hombres”.

Según San Agustín, la “ciudad de Dios” esta estructurada en una serie de grupos invariables, por lo tanto la “ciudad de los hombres”, para ser como “la ciudad de Dios”, también tiene que estructurarse en grupos inmutables e invariables. Por ello surgen los bellatores, oratores y laboratores. Estos son los tres órdenes en los que se divide la sociedad.

De ésta manera la Iglesia cristiana se convierte en la principal garantía del mantenimiento del sistema y además la monopolizadora de la explicación del sistema. Estos significa que toda la vida cultural, desde el arte a la educación, está dominada por la Iglesia y controlada por ella. Así surgen muchos monasterios, iglesias y para difundir esa cultura van ha ir surgiendo las órdenes religiosas. La más importante es la orden benedictina, fundada por San Benito de Nursia, que desde la abadía de Cluny van ha ir difundiendo toda esta nueva cultura y proyectándola hacia el exterior por toda Europa. dentro de esta difusión cultural aparece el arte románico, llamado así en principio por analogía con el arte romano y posteriormente por analogía con las lenguas, porque el románico se difunde sobre todo en países de lenguas románicas.

Por lo tanto, en resumen, estamos ante un estilo internacional con un gran número de elementos comunes, aunque también con ciertas variedades regionales o nacionales debidas a las distintas influencias que en cada zona se tenían. Por ejemplo en España el románico recibe influencias musulmanas. De todas formas hay que subrayar que hay una gran unidad estilística, porque es la Iglesia la que va difundiendo todos los elementos artísticos o culturales, sobre todo a través de las rutas de peregrinación, que básicamente había tres: Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela.

2. Características generales de la arquitectura en el Románico.

La Iglesia cristiana es la que monopoliza toda la cultura y el arte durante la alta Edad Media y por lo tanto el templo es el arquetipo de todo el arte Románico. En principio se parte del esquema de la basílica paleocristiana, pero adaptándolo a las nuevas necesidades que surgen de un aumento de la población y sobre todo en la existencia de las peregrinaciones que obligaban muchas veces a que la iglesia se convirtiera, además de templo, en un lugar de alojamiento de los peregrinos. El resultado de todo esto es que se mantiene la planta de cruz latina, la cual se divide en tres naves de las cuáles la central suele ser el doble que las laterales. Lo que se llama el crucero (transepto) se amplia de la misma manera y todo lo que es la cabecera se llena de absides. La multiplicación de absides implica una multiplicación de capillas donde se guardan reliquias. La existencia de esas capillas de la cabecera que reciben el nombre de absidiolos, genera un espacio que recorre toda la iglesia y que recibe el nombre de deambulatorio. La idea de este espacio es aumentar el concepto de espacio- camino que existía en la Iglesia paleocristiana. De todas formas se pueden diferenciar otros tipos de plantas, como son:

Plantas de salón o basilicales:

Esta planta está relacionada con antiguos edificios públicos romanos y sobre todo, por las primeras iglesias paleocristianas y prerrománicas Se trata de iglesias longitudinales con 1, 3 ó 5 naves paralelas (espacio entre filas de arcadas) sin transepto y normalmente finalizadas en cabecera de ábsides semicirculares escalonados.

Planta de cruz latina:

A la disposición anterior se le añadía un brazo perpendicular saliente en planta (transepto) con lo que el resultado era de cruz latina. Ello simbolizaba la cruz de Cristo. Estas iglesias podían estar también rematadas en cabeceras con ábsides escalonados. Sin embargo, en iglesias de peregrinación y otros grandes templos las naves terminaban en una cabecera compleja formada por capilla mayor rodeada de una girola o deambulatorio de una o varias naves que la rodeaba y a la que se abrían capillas radiales. Un ejemplo español es la Catedral de Ávila.

Plantas circulares o poligonales

Las iglesias de plantas circulares o poligonales son menos frecuentes. Normalmente son templos al servicio de comunidades de órdenes militares participantes en la Cruzadas, como los templarios o los caballeros del Santo Sepulcro, por parecerse al templo de Salomón y al del Santo Sepulcro de Jerusalén, respectivamente.

Tenemos un claro ejemplo en la Iglesia de la Veracruz en Segovia y también en la Iglesia de Eunate (Navarra).

Planta de cruz griega
Otra planta ocasional es la de cruz griega, es decir, formada por dos naves iguales que se cruzan perpendicularmente en el centro. Un ejemplo en España es la de Sant Pau del Camp en Barcelona

Uno de los aspectos más significativos y definitorios de la arquitectura románica es la utilización del arco y de las bóvedas que permitían una mayor solidez al edificio y al mismo tiempo una mayor amplitud. El arco típico del románico es el arco de medio punto, y la bóveda es la bóveda de cañón, que esta sostenida por unos arcos menores en su interior, que son los arcos fajones, y en su exterior, por unos pilares, adosados al muro (contrafuertes).

El resultado de estos elementos son unas iglesias con unos muros muy grandes, muy espesos, con unas columnas grandes y muy bajas, normalmente rematadas por capiteles que empiezan siendo corintios y acaban derivando en formas muy variadas y con muy pocas ventanas (vanos). El resultado es una arquitectura muy sólida, la cual también tenía una función en sitos de la Península de refugio y casi de fortaleza. Además, es un edificio oscuro en el que la parte más iluminada es la del altar sobre el cual se instala una estructura poligonal que recibe el nombre de linterna o cimborrio, que si tiene ventana o vanos para que la luz ilumine esa zona especial que es la del altar. Este es un planteamiento arquitectónico que tiene un profundo sentido simbólico que es otra vez reforzar la idea de espacio- camino. Por último, en el interior de muchas iglesias suele aparecer un segundo piso que recibe el nombre de triforio, que sirve doblemente como tribunas para acoger a los fieles y en las iglesias de peregrinación como lugar de alojamiento de los peregrinos.

Por último hay que reseñar dentro de la arquitectura románica la especial importancia que tienen las fachadas, que se van a convertirán el gran elemento de referencia de la Iglesia y donde se concentra la mayor parte de la plástica que decora el edificio. El diseño de las portadas esta basado en el arco de triunfo romano, con el cual estamos introduciendo otro elemento simbólico que es el de entrar en la casa de Dios a través de un arco, que simboliza el triunfo de Dios. Normalmente son portadas formadas por una serie de arcos o arquivoltas de degradación. Esas arquivoltas enmarcarían de un tímpano que se sitúa justo encima de las puertas que solían estar divididas por una columna denominada parteluz.

Planta de la Iglesia de san Pedro de Angulema.



- Materiales de construcción de la arquitectura románica

Los materiales básicos empleados en la la arquitectura románica son:

Piedra de sillería o sillar (bloque de piedra labrado como un paralelepípedo). Frecuentemente estos sillares eran marcados por los canteros con marcas para su posterior cobro. Las paredes así elaboradas tenían dos finas capas de sillería y en medio una masa de ripio (pequeñas piedras normalmente procedentes del tallado de los sillares).

La colocación o aparejo de la sillería puede ser a soga y tizón (alternando la disposición en forma paralela y perpendicular a la dirección del paramento), encintada, en hileras, etc.

Sillarejo (piedra más pequeña, de peor labrado y ajuste, realizada con martillo devastando directamente la piedra bruta).

Mampuesto (piedra no labrada o de labrado tosco). frecuentemente se usaba el "calicanto" a base de mampostería aglutinada con argamasa (mortero de cal, arena y agua).

Otros materiales usados fueron el ladrillo (sobre todo en España), la madera (para cubiertas de templos no abovedados), la pizarra y el barro cocido (tejas de tejados).

3. La escultura en el arte románico.

La escultura es el arte plástico principal del Románico. Tiene una principal característica que es la de ser un arte monumental, es decir, utilizado para decorar monumentos. Nos vamos a encontrar esculturas en los capiteles de las columnas, en arcos y sobre todo en los tímpanos de las puertas. Respecto a las características técnicas, hay que volver a los planteamientos del arte paleocristiano, o sea, rigidez, antinaturalismo, la abstracción… La temática es siempre religiosa, y dentro de esa temática hay una serie de motivos que se repiten con cierta frecuencia, por ejemplo el Pantocrator, que es una imagen de Cristo sentado en un trono bendiciendo. Otro motivo es el tetramorfos, que es un Pantrocrator rodeado por los símbolos de los cuatro evangelistas, que son un león para San Marcos, un águila para San Juan, un toro a San Mateo y un ángel para San Lucas. Junto a estos motivos se repiten otros que pueden ser retratos de santos, escenas bíblicas, y sobre todo los bestiarios, que son reproducciones de descripciones que aparecen en el libro del Apocalipsis de San Juan. Lo que interesa del conjunto de la plástica románica es entender su función pedagógica, es decir, la mayor parte de la población en esta época era analfabeta, por lo tanto la escultura como la pintura tenían como función ilustrar los textos religiosos que le sacerdote leía durante la ceremonia.

La mayor parte de la escultura románica estuvo integrada en la propia arquitectura, y tuvo una doble función estructural y decorativa. Así, las esculturas románicas integran el conjunto de la arquitectura religiosa. Los mejores trabajos se realizaron en Hildesheim (Alemania) en el siglo XI, incluyendo puertas de bronce, pilas bautismales, lápidas funerarias y otros objetos de mobiliario litúrgico. También en el sur (siglo XI) y norte de Italia (siglo XII) se hicieron hermosas puertas fundidas en bronce, destacando notablemente las de San Zenón el Mayor de Verona. En el valle del Mosela, Bélgica y la Francia septentrional, a comienzos del siglo XII, la escuela del Mosela produjo un gran número de esculturas en bronce, incluyendo la gran pila bautismal (1107-1112) de San Bartolomé de Lieja (Bélgica), realizada por Rainiero de Huy.

Las decoraciones escultóricas en piedra a gran escala fueron usuales en el siglo XII en toda Europa. En las iglesias románicas francesas de Provenza, Borgoña y Aquitania las esculturas decoraron con profusión las fachadas de los edificios, y las estatuas labradas sobre pilastras dieron un énfasis visual a los elementos verticales. En las catedrales de Toulouse, Autum y Poitiers pueden verse ejemplos excepcionales de la escultura arquitectónica francesa, conservada casi por completo en su estado original. En su composición y materia temática anticipan directamente las obras maestras de Chartres, Amiens y el resto de las catedrales góticas. En Lombardía y Toscana se hicieron trabajos escultóricos interesantes, sobre todo para las fachadas de las catedrales de Módena, Ferrara, Verona y Parma.

En la península Ibérica, dentro del primer románico de principios del siglo XI, destacan los dinteles o retablos de altar de San Genis les Fons (Rosellón) y de San Andrés de Sureda, donde aparece representada la maiestas domini acompañada por los doce apóstoles. El románico pleno se caracterizó por la escultura monumental en piedra para la decoración de los templos, tanto en las arquivoltas, tímpanos y jambas de sus fachadas como en los claustros de los monasterios, en los capiteles de las columnas o los canecillos y modillones de los aleros salientes. Destacan la puerta de las Platerías en Santiago de Compostela, con escenas del Nuevo Testamento, realizada a principios del siglo XII; las portadas del Cordero y del Perdón de San Isidoro de León, donde se representan el sacrificio de Isaac y el Cordero portado por ángeles dentro de su mandorla; los temas de la Crucifixión, las tres Marías ante el sepulcro y la Ascensión de Cristo, la fachada del monasterio de Ripoll y el tímpano del Crismón flanqueado por leones de la catedral de Jaca. El claustro de Silos presenta en sus columnas pareadas relieves escultóricos referidos a la pasión de Cristo y sus capiteles están decorados con representaciones vegetales y animalísticas. También en el claustro de la antigua catedral románica de Pamplona existieron capiteles interesantes, especialmente entre los dedicados a Job y a la pasión de Cristo (Museo de Navarra en Pamplona).


Iglesia de Santa Magdalena de Vézelay (Francia). Portada central


Un elemento clave en la transición hacia el estilo gótico son las estatuas-columna del famoso pórtico de la Gloria (fachada occidental) de la catedral de Santiago de Compostela (España, último tercio del siglo XII), obra atribuida al maestro Mateo. La organización del conjunto se hace eco del nuevo sentido naturalista idealizado de finales del siglo XII, al tiempo que las figuras que lo integran expresan sus sentimientos y empiezan a entablar lo que se denomina sacra conversazione, es decir, la comunicación entre los personajes sagrados.

En el ámbito de la escultura exenta o de bulto redondo destacan las representaciones de la Virgen sedente, entronizada con el Niño Jesús acomodado en su regazo y del Cristo crucificado o en Majestad, realizadas en madera y en la mayoría de los casos policromadas. Los más conocidos son los Cristos de Caldes de Montbuy y Batlló (en el Museo Nacional de Arte de Cataluña) y las Vírgenes de la catedral de Gerona o la de Covet, también en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

4. La pintura en el Románico.

La pintura románica que es un arte que ha empezado a ser valorado muy tardíamente, en concreto en el siglo XX. Por desgracia son bastante escasas las muestras que han quedado de esta pintura, pero se pueden establecer algunas características generales:

- El dibujo suele ser de trazos muy gruesos que ocupan todo el espacio.

- Los colores son muy planos y muy fríos básicamente.

- Casi todas las imágenes están en primer plano por lo que no hay perspectiva.

- Composiciones muy rígidas y antinaturalistas.

- Al igual que en la escultura, la pintura es un arte monumental, es decir, dedicado a decorar los edificios.

La pintura al fresco evolucionó durante el periodo carolingio. Entre los ejemplos conservados más antiguos de pintura mural prerrománica alemana destacan los de la iglesia abacial de San Jorge en Oberzel, en Reichneau; los de la capilla de San Silvestre en Goldbach, en la orilla alemana del lago Constanza; los de San Andrés, cerca de la antigua ciudad de Fulda, al noreste de Frankfurt. Sin embargo, el estilo de las pinturas murales que no se han conservado puede deducirse por los manuscritos miniados de la época. Estas obras continuaron en gran medida las tradiciones del arte paleocristiano y bizantino, pero incorporaron decoraciones muy complicadas, con motivos entrelazados de origen irlandés y zoomorfos germanos. Los ejemplos de pintura mural conservados incluyen motivos abstractos en los elementos arquitectónicos aislados, tales como columnas, y representaciones de escenas bíblicas y de las vidas de los santos en las grandes superficies murales. En estas composiciones, influidas por las pinturas y mosaicos orientales, las figuras son estilizadas y delicadas, ya que se concibieron como símbolos más que como representaciones naturalistas. De la extensa decoración mural realizada en otras zonas de la Europa occidental sólo se conservan algunos ejemplos, entre los que destacan los frescos, fechados en los siglos XI y XII, de las iglesias de San Juan de Poitiers y de Saint-Savin-sur-Gartempe, en la antigua provincia de Poitiers.

En el ámbito de la península Ibérica la pintura románica está muy bien representada en las áreas catalano-aragonesa y castellana. Se conservan importantes restos pictóricos murales de muchos templos. En algunos casos todavía se pueden observar in situ las decoraciones murales de la edad media, pero la mayoría de las pinturas han sido trasladadas a lienzos y se conservan en diferentes museos del país.

Deben distinguirse por una parte las representaciones murales pintadas al temple que cubrieron el interior de las iglesias, realizada sobre la superficie de los ábsides, la nave central y laterales o incluso el muro occidental, y por otra las pinturas sobre tabla de los antependios, piezas de madera rectangular que, con temas como el pantocrátor y el tetramorfo, la Virgen o las vidas de los santos, cubrieron los frentes de los altares principales.

Dentro de la pintura mural se distinguen dos corrientes pictóricas. Por una parte, la corriente ítalo-bizantina desarrollada en el área catalana que recoge las fórmulas orientales, y por otra la corriente francesa, que continúa las formas del arte carolingio u otónico, centrada fundamentalmente en el área castellana.

En la corriente ítalo-bizantina los conjuntos de pintura mural más importantes proceden de Cataluña, de las iglesias de Santa María y San Clemente de Tahull, Santa María de Esterri de Aneu y San Pedro de Burgal conservados en Barcelona (siglo XII, Museo Nacional de Arte de Cataluña). Las pinturas de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Segovia), conservadas en el Museo del Prado de Madrid, aunque pertenecientes al área castellana participan también de esta tendencia estilística, al igual que los frescos de la iglesia de San Baudelio de Berlanga (Soria), que se conservan en parte en el Museo del Prado y en diferentes museos y colecciones privadas estadounidenses.

La corriente de influencia francesa está representada por las pinturas de la primera mitad del siglo XII del Panteón de los Reyes de la colegiata de San Isidoro de León, así como por los frescos aragoneses procedentes de la iglesia de los Santos Julián y Basilisa de Bagüés (Zaragoza), conservados en el Museo Diocesano de Jaca.

Respecto a la pintura sobre tabla debemos de destacar los frontales de la Seo de Urgell y de Ix, el primero con la representación del Cristo en majestad con los apóstoles y el segundo con escenas alusivas a san Martín (ambos en Barcelona, Museo Nacional de Arte de Cataluña).

Los mosaicos tuvieron una influencia bizantina incluso mayor que la pintura y se usaron extensamente en la decoración de las iglesias románicas italianas, especialmente en la basílica de San Marcos de Venecia y en las iglesias sicilianas de Cefalú y Monreale.


Pantocrator de Sant Climent de Taull (pintura mural).


5. El urbanismo románico.

Dentro del arte Románico tiene una importancia primordial el tema del urbanismo, de modo que la ciudad medieval va a reflejar muchos de los aspectos de ese arte. La ciudad medieval va a tener una gran importancia en Europa, aunque en algunas ocasiones se compite con la importancia de la ciudad islámica. La convergencia de ambas ciudades, medieval e islámica, se observa por ejemplo en la Península Ibérica. De todas formas nos centraremos en la ciudad medieval, como principal eje de desarrollo del arte románico.

La ciudad cristiana

La ciudad medieval cristiana responde a otro modelo de relación social, heredado de Roma y Grecia. Tienden a la regularidad geométrica y adaptarse a la topografía, si bien la poca exactitud con que se construyeron les da cierta disconformidad. No faltan ejemplos de irregularidad fruto de su origen multipolar y de la evolución histórica. Ciudades como Salamanca, Segovia o Soria nacen tras el amurallamiento de varios núcleos rurales próximos, los cuales irán creciendo hasta llegar a ser uno solo.

La intención de las ciudades medievales no es ser irregulares, por lo que encontramos en ellas varios tipos de planos básicos: circulares, lineales, bastidas (ortogonales), etc., generalmente adaptados a la topografía y en trono a un castillo. La servidumbre de los caminos interiores, y la diferente estructura y organización inicial de cada núcleo, conforman, con el paso del tiempo y la colmatación urbana, una ciudad irregular.

El caserío es pobre, tiene vanos abiertos al exterior y la calle es un lugar de convivencia, por lo que se tiende a que existan lugares públicos: pequeñas plazas, iglesias y plazas porticadas.

En la sociedad medieval existe una profunda división entre dos tipos de vida, la rural y la urbana. La vida urbana se caracteriza por tener una serie de privilegios derivados de un sistema jurídico especial: el fuero. El fuero concedía a los villanos el privilegio de ciertos oficios, exenciones y obligaciones fiscales, y la celebración de ferias y mercados.

Las ciudades cristianas no eran demasiado grandes, unos 15.000 habitantes, y no tenían una desvinculación muy grande del campo, muchos de sus pobladores se dedicaban a tareas agrícolas.

En la Baja Edad Media se amurallarán la mayoría de las ciudades, sobre todo a partir de 1270 cuando las partidas de Alfonso X el Sabio especifican que ciudad es toda población amurallada. Todas las ciudades tenían que estar fortificadas, y las que no lo estaban se cercaron por motivos fiscales, para mantener su fuero y para controlar la percepción de los impuestos de paso: portazgos, pontazgos y derechos de almacenaje.

Con las murallas aparecen también los arrabales extramuros al borde de ellas, y en principio un poco alejadas, para no dificultar su defensa. Sin embargo, no es la función militar la razón más importante para construir murallas; en España la Reconquista ya estaba en el valle de Guadalquivir, y en el resto de Europa no había grandes peligros de invasión.

Como en las ciudades musulmanas, la segregación funcional del espacio es muy acusada. Los diferentes oficios se localizan en determinadas calles y barrios; en ellas los gremios controlan la producción, la calidad, la venta y el acceso a la profesión. Algunos de los gremios estarán privilegiados.

Las ciudades cristianas tenían una participación activa en su gobierno, por medio de los ayuntamientos y la catedral, que eran los ejes de la política ciudadana. Algunas de ellas tenían acceso a las Cortes, que se reunían fundamentalmente para prestar homenaje al rey y para conceder impuestos extraordinarios. La burguesía medieval, urbana y feudal, controlaba el gobierno de las ciudades.

Uno de los lugares fundamentales de la ciudad es el mercado, que se situaba en alguno de los espacios abiertos: una plaza asoportalada, una puerta de entrada, o el cementerio, si no había plazas dedicadas a tal fin. En la ciudad cristiana no había mercado permanente, ni tiendas, aunque se podía ir a comprar los artículos de consumo a los productores, en sus barrios.

Las servidumbres colectivas en la Edad Media son muchas, lo que se refleja en el aspecto y funcionamiento de la ciudad.

La escasez y decadencia de los centros urbanos tras el siglo III provoca que los reyes medievales tengan que volver a ocupar ciudades tradicionales (León en el 856 que había sido abandonada) o que se funden ciudades de nueva planta. La fundación de ciudades, y bastidas, consiste, fundamentalmente, en la concesión de un fuero que presente una ventaja sobre el medio rural y que favorezca la población de la urbe. Pero no faltan ejemplos de ciudades espontáneas, que se crean en los cruces de caminos de los grandes ejes económicos como el camino de Santiago, los ríos navegables, en la desembocadura o en el límite de la navegación, como en el Sena o en el Rin.

La ciudad medieval es un espacio privilegiado en un entorno feudal con fuertes servidumbre personales.

La ciudad islámica

La ciudad islámica responde a un tipo de sociedad introvertida y fuertemente jerarquizada en la que las relaciones comunitarias son mínimas. La vida se desarrolla dentro de la vivienda, muy espaciosa y lujosa. El aspecto de la ciudad islámica es muy pobre ya que tiende a carecer de adornos. El callejero es irregular y estrecho en el que con frecuencia hay calles que no tienen salida y adarves. Son auténticos laberintos. Muchas de estas calles forman barrios con puertas que se cierran por la noche y los días de fiesta, aislándolos del resto de la ciudad. No hay en la ciudad islámica plazas, edificios públicos y de diversión, como teatros y circos. Los únicos lugares comunes son los baños, el zoco y la mezquita.

La ciudad medieval islámica está amurallada y por lo tanto tiene puertas en las que se pagan impuestos de paso por las mercancías. Tras las murallas surgen barrios de arrabales, frecuentemente especializados, donde se sitúan los oficios no deseados dentro de la ciudad, como los curtidores. En la ciudad medieval islámica existen tiendas fijas y mercados permanentes, cosa que no encontramos en las cristianas; no en vano su población supera en mucho a estas.

La casa islámica es el lugar donde se desarrolla la vida, tiene un patio ajardinado interior y dos tipos de estancias: las privadas o harén, y el salámlik en donde se reciben las visitas.

jueves, 3 de enero de 2008

Cultura religiosa y espiritual en el Románico

Cultura religiosa durante el Románico

Desde el Concilio Ecuménico de Nicea (325 ddC) hasta la renovación cultural y religiosa del Imperio Carolingio (768-814), el Cristianismo en Occidente había atravesado un largo proceso de consolidación que, pese a la caída del Imperio Romano de Occidente, se certificó tras el desplazamiento del arrianismo y el abrazo del catolicismo por parte de los pueblos que, desde entonces, ocuparían las nuevas esferas de poder en el occidente europeo.

La preocupación carolingia, personificada en la figura de Alcuíno de York, propugnaba una formación intelectual más sólida para el clero, tanto regular como secular, que se vió resuelta por la fundación de las escuelas catedralicias y se fijó con mayor contundencia durante las reformas de San Gregorio Magno. Así, a la reforma educativa carolingia y la unión sólida entre Iglesia y Estado, se añadió la pretensión de una mayor moralidad en el clero y la sociedad, que debía regirse según los principios del Evangelio.

En esta coyuntura hay que insertar al monacato, fenómeno en auge desde el final del Imperio que, lejos ya de sus primeras manifestaciones, pasaba a regularse en órdenes religiosas sujetas a reglas específicas y que propugnaban una vida en común basada en el trabajo manual (hermanos legos) y la oración y la lectura/escritura para la mejor interpretación del dogma cristiano y las sagradas escrituras, así como el consabido trabajo de amanuenses y escritores, que empleaban su tiempo en la elaboración de códices en los que se condensaba el saber de una época presente y de otra, considerada más cultura (aunque pagana). Empero, esta forma organizada y regulada del monacato no tuvo su mayor auge hasta la creación del monasterio de Cluny, adalid de la llamada "reforma cluniaciense" de la órden benedictina (regla de San Benito).

Paralelamente, se daba comienzo al fenómeno de las peregrinaciones, cuyos primeros testimonios datan tambien del siglo IV de nuestra era. Un primer destino eran los Santos Lugares, lo que sería una de las causas de la Primera Cruzada y la instauración de los reinos cristianos en Tierra Santa. Otra peregrinación temprana había sido a Roma, con la visita de los restos de San Pedro. En la misma línea y fundándose en el "descubrimiento" de la tumba del apóstol Santiago, se iniciaría en el 814 la peregrinación a Santiago de Compostela. Todas estas rutas, empero, suponían la creación de una infraestructura para la protección y alojamiento de los peregrinos, que en su mayor parte cumplían su penitencia caminando a pie hasta el lugar de culto, para expiar sus pecados o solicitar un don a la divinidad. También suponían, en otro órden de cosas, una ruta de penetración para ideas foráneas, amén de una nada despreciable riqueza que conllevaba el culto a determinadas reliquias que, paralelamente, comenzó a proliferar. Este hecho, sumado al aumento de población europeo en el siglo XI y la salida de su relativo "aislamiento" propiciarán la expansión de las rutas de peregrinación y con ellas las nuevas formas religiosidad.

Nuevas formas que cristalizarían con una nueva forma de religiosidad, más íntima y profunda, que propugnaba san Bernardo de Clavaral y su reforma cisterciense. Dicha reforma, además, aparejaba un nuevo estilo arquitectónico en la construcción de las abadías, ahora aún más apartadas de los núcleos de población y fundamentadas en una estética sobria que pretendía que la relación entre el monje y dios fuera un diálogo y una reflexión interna. Ascetismo, una moral más rígida, una regla más firme y restrictiva en cuanto a la riqueza personal, el ornato y la ostentación, era el nuevo cánon que, irradiado desde abadías como Claraval o Fontenay se expandió nuevamente por toda Europa. Empero, despuntaba ya una nueva forma de religiosidad, que aparejaba unas nuevas formas artísticas: el Gótico.

Más, cabe señalar que en esta época final cuando surgió para la relativamente consolidada iglesia católica de Roma un sinfín de problemas de índole religiosa. A la cuestión del Apocalipsis, de la que ya hablaré, se sumó poco después la herejía cátara, principio de la intolerancia religiosa de la iglesia romana con la creación de la Inquisición Apostólica y la violenta represión del culto de los "perfectos". Por estas fechas se produciría también la irremediable y traumática ruptura del Gran Cisma de Oriente y Occidente (1054), que vería el nacimiento y consolidación de la Iglesia Ortodoxa, así como de la Iglesia Católica.

Cultura espiritual durante el Románico: La cuestión del milenarismo finisecular.

Ahondando en las causas del románico y la espectacular expansión del mismo durante los siglos XI y XII, debe ahondarse por fuerza en una cuestión de grave importancia para los hombres del siglo IX y X: el milenarismo. Si Cluny y el Císter, el auge de las peregrinaciones y la "fiebre" de constructiva de nuevos templos y abadías debe achacarse a un fenómeno de expansión de la cultura religiosa medieval y de la religiosidad misma de la masa de creyentes, el milenarismo del siglo IX sería la contracción previa sin la que no podría entenderse la espectacular expansión del románico.

Se entiende por milenarismo un conjunto de creencias heredadas de la tradición judaica por las cuales se atribuía al año 1.000 como el final de la era de Cristo, y el comienzo de un breve reinado del terror y el subsiguiente juicio final. La idea estrivaba en una concepción cíclica de la historia, mediante la cúal el punto de partida se situaría en una "edad de oro" que se iría degradando progresivamente hasta alcanzar el día del juicio (apocalipsis de San Juan). Sin embargo, el helenismo cristiano rechazó esta visión tan catastrofista, planteándose nuevas interpretaciones de este cambio finisecular. Nuevas ideas en torno a este fenomeno que expresó San Agustín en "De civitate Dei" y San Isidoro de Sevilla en "Etimologías" (cálculo de la edad del mundo). El cambio vino de la mano de las interpretaciones del Apocalipsis, con los comentarios de Beato de Liébana (776) para combatir la herejía adopcionista, que crearon un verdadero corpus de "beatos" profusamente ilustrados con miniaturas, alguno de ellos muy ricos.

A la cuestión apocalíptica se sumaron un rosario de condiciones adversas y miedos de particular relevancia, entre los que cabría citar los siguientes: el llamado mal de los ardientes (enfermedad sufrida en el norte de Italia durante el 997), el avance normando y las campañas de Almanzor (considerado un verdadero Anticristo) hambres, epidemias, la aparición de la figura del diablo (que expresaba una dualidad maniqueísta dentro de la mentalidad religiosa de la época) crímenes, herejías, y fenómenos celestes. Aunque todo esto se manifestaba de forma local, era interpretado de forma esotérica y misteriosa, si parecía detectarse una cierta tendencia a considerar que este cambio de milenio sería algo nocivo. Aunque, cabe decirse, en éste proceso caben mil y una matizaciones que, en verdad, podrían desmentirlo. En primer lugar, la cronología. El año 1.000 según el estilo moderno de datación no encajaba con los diferentes estilos en uso durante aquella época (por ejemplo, el estilo de la era hispánica fechaba 38 años más que el actual). En segundo lugar, parece que el temor milenarista no estaba ni mucho menos arraigado en el conjunto total de la sociedad, y que poseía variantes geográficas muy marcadas (y en algunos casos optimistas, como el caso de la llamada renovación del Imperio -Sacro Imperio- del emperador Otón en el 990). Parece ser que las descripciones decimonónicas acerca del temor de todos los cristianos durante el siglo XI o X tiene mucho de exageración, y que no se produjo un fenómeno a de psicosis colectiva a gran escala.

Durante la época del Románico pleno y triunfante, siglos XI a XIII, las peregrinaciones y la fiebre constructiva de nuevos templos (abadías, iglesias, catedrales y colegiatas) estuvieron enmarcados en una iglesia que seguía interpretando en clave apocalíptica los sucesos más funestos que iban acaeciendo. Así pues, la expansión del arte románico y las nuevas formas de religiosidad (la regulación religiosa, la moralidad, vida según los evangelios) sería un proceso de eclosión de todas las ideas que se fueron forjando durante el siglo (y siglos) anteriores. Así, los grandes sucesos de ruptura de la iglesia católica y los acontecimientos que amenazaron a la cristiandad o su unidad (el Gran Cisma, los Cátaros, la Primera Cruzada...) vieron alumbrar nuevas interpretaciones milenaristas, a menudo con mensajes catastrofistas, así como una nueva tendencia artística (el feísmo), que representaba al infierno y sus seres. Flagelantes, iluminados con mensajes acerca del Apocalípsis y todos éstos fenómenos que podríamos interpretar como apocalípticos y alarmistas arraigaron en la cultura popular, y acompañaron a los hombres de la Edad Media (y aún de edades más cercanas a nosotros) tanto o más como las construcciones y representaciones que, al intentar acercarse al amor y perdón de Dios, fueron erigiendo y creando a lo largo y ancho del continente europeo.