martes, 11 de marzo de 2008

Etapas 9 y 10ª

9º Etapa: De triacastela a Palas del Rey
10ª Etapa de Palas del Rey a Santiago.

Año 1182 de nuestro señor Jesucristo, comienza nuestra "odisea":

Ante todo explicar el motivo por el cual un rico comerciante de marmol, se dedica a realizar un viaje de peregrinación por las lejanas tierras que nos ocupan. Principalmente el motivo que me mueve es la Fé, Fé en nuestro Señor Jesucristo y en su obra y milagros; por tanto no podía dejar pasar una oportunidad así, recorrer el mismo camino que Santiago un elegido por el mismo Cristo nuestro Señor y aun es más poder estar frente a los restos de uno de los padres fundadores de la Iglesia Cristiana.

En el viaje me parecieron especialmente remarcables dos etapas, etapas donde las haya que marcaron a mi juicio todo el viaje y eclipsaron lo que había visto hasta ahora en mi lugar de procedencia, ni siquiera en la suntuosa Flandes vi riqueza arquitectónica igual.

Empezamos nuestra andanza en una posada de Triacastela, tras pasar la noche en esta y habiendo estado preparado nuestros pertrechos hasta altas horas de la madrugada partimos por la mañana antes de que el alba despuntase en lo alto del cielo.

Aun no había demasiado bullicio, para nuestra suerte no era dia de mercado y los artesanos aun no habían abierto sus negocios, salimos sin ningún retraso, sabíamos que la etapa que nos aguardaba era especialmente dura y teníamos el propósito de llegar al monasterio de de San Julián de Samos en torno a las 12 del medio día.

En la ciudad de Samos y más concretamente en el Monasterio, a nuestra llegada nos trataron con suma hospitalidad y nos permitieron entrar a comer y reponer un poco las fuerzas para la jornada de viaje que todavía quedaba por delante.

El monasterio estaba rodeado por un río, al que los monjes nos dijeron llamaban Ouribio, se trataba de un monasterio de benedictinos. El prior nos contó bastantes cosas acerca de su historia fundacional y de cómo S. Martín Dumiense lo fundó en el siglo VI.

Según algunos monjes eruditos, y estudiosos que andaban por el refectorio el obispo de Lugo Ermefredo restauró el monasterio en el año 655 y restableció la vida monástica bajo la regla de san Fructuoso. Durante la invasión árabe fue destruido y abandonado. Hacia el año 760 lo restauró Fruela I, albergando en él monjes procedentes del monasterio Agaliense de Toledo, con el abad Argerico y su hermana Sara a la cabeza. El hijo de Fruela, Alfonso II el Casto, que se había refugiado aquí algún tiempo, confirmó a los monjes, el 11 de junio del 811, las donaciones que había realizado su padre.

Cuarenta años más tarde, Ramiro I lo repobló de nuevo con monjes huidos de Andalucía. Puso al frente de la comunidad al abad cordobés Fatalis. Nuevas donaciones de Ordoño I al abad Ofilón.

A comienzos del siglo X, el obispo Ero de Lugo intentó hacerse con el control del cenobio, que quedó reducido a una simple parroquia. Pero el rey Ordoño II consiguió salvarlo de la crisis y lo revitalizó gracias a la llegada de nuevos monjes procedentes del monasterio de Penamaior. Desde el año 960, al menos, la comunidad de Samos vivió bajo la regla de san Benito.

Se trataba de una historia ciertamente interesante pero lo realmente espectacular no era como este pequeño monasterio había sobrevivido a lo largo de toda su vida, sino la gran belleza arquitectónica para nada comparable a lo que hasta ahora habia visto en Italia.

Contaba con un refectorio que era donde normalmente se podía comer y una serie de estancias para descansar del duro trayecto. Nos permitieron descansar sobre una cama habituada a tal efecto, sin embargo un dato curiosos que llamó mi atención es que no todos eramos dispuestos para descansar en el mismo lugar, a los peregrinos mas humildes se les conducía hacia una especie de construcción destinada a ellos.

Tras descansar plácidamente del duro trayecto, retomamos nuestro viaje, no sin antes agradecer a los monjes su hospitalidad, por ello en calidad de donativo entregue una bolsa de maravedís, no demasiado grande ni demasiado pequeña a fin de que prosperaran y la deuda fuera saldada.

Tras aceptar el donativo nos despidieron amablemente y marchamos hacia nuestra siguiente parada la legendaria Sarria, y digo legendaría porque las gentes rumoreaban que se trataba de una ciudad vigente desde el mismo imperio romano, su naturaleza y vegetación recordaban a mi añorada Italia, la humedad en el aire de Flandes; sin embargo lo más impresionante fue la ciudad, donde visitamos la capilla del Salvador, situada a unos 150 metros del conjunto monástico.

Se trataba de un oratorio privado que servía al mismo tiempo como iglesia funeraria, tambien era una capilla para uso de los forasteros que se alojaran en el monasterio.

Seguimos avanzando y llegamos a Barbadelo, donde llamó nuestra atención la Iglesia de Santiago.
Imponente construcción donde las haya y con una belleza arquitectónica fuera de sí, en la que su portada nos produjo una grata impresión y nos obligo a contemplarla embelesados durante largo rato, como si el tiempo avanzase cada vez más despacio.

Tras esta visita continuamos hacia Portomarín, donde pudimos deleitarnos con su belleza arquitectónica fue donado e n el 993, por Bermudo II a la iglesia de Santiago tal y como nos informaron us gentes. Desde aquí llegaríamos a Palas del Rey donde realizariamos una parada en nuestro viaje.

Palas del Rey era un prospero burgo situado junto al camino de los peregrinos, sin embargo pese a su belleza es criticable lo poco recatado de sus mujeres que salían a nuestro encuentro con una actitud un tanto lasciva, probablemente debiera tratarse de prostitutas buscando hacer negocio con los peregrinos que frecuentaban la zona.

Ignorando este suceso en el camino entre Palas del Rey y Portomarín; a nuestra llegada descansamos en un hospicio.

de Palas del Rey a Santiago:

Por la mañana bien temprano partimos, nuestra epopeya se acercaba a su fin y pronto se elevaría ante nosotros la gran ciudad de Santiago.

Palas del Rey poseía una configuración un tanto peculiar, poseía una gran iglesia, llamada S.Tirso y no muy lejos una zona conocida como Campo dos Romeiros donde los peregrinos se reunieron para comenzar la ultima jornada que les llevaría a Santiago, a no mucha distancia de este lugar se encontraba el antiguo monasterio de San Salvador de Vilar de Donas, perteneciente a la Orden de Santiago.

Tras esta peculiar costumbre, a la que en mi patria Italia no estamos para nada acostumbrados partimos en nuestra última etapa de viaje hacia el destino soñado.

La primera ciudad a la que llegamos fue Mellid un lugar importante en el Camino, ya que estaba emplazada en el punto de enlace entre su principal arteria y la que recorrían algunos peregrinos para dirigirse a Oviedo a venerar las reliquias que atesoraba el Arca Santa. Allí eran destacables las iglesias de San Pedro y Santa María

Continuamos avanzando hasta llegar a Lavacolla, situada muy cerca de nuestro destino final, esta ciudad debe su nombre al río Lavamentula. Allí nos aseamos y lavamos antes de dirigirnos al santuario del Apóstol.

De esta población pasamos a Monte del Gozo Llamado también Monte San Marcos o Monte del Monjoi o Monte Gaudii, desde allí contemplamos la gran ciudad de Santiago, sus mercados, su población urbana...

Aquí se encontraba una capilla dedicada a la Santa y Reverencial Cruz, construida por Gelmírez en 1105. En la capilla nos postramos en señal de agradecimiento por haber llegado hasta aquí. Desde este punto tras un breve recorrido finalmente llegamos a la ansiada Santiago, lugar donde se decía se habían encontrado los restos del apóstol y estaba pronosticada la construcción de una gran basílica.

Allí nos esperaba el gran maestro Mateo, que nos comenzó a instruir acerca de su proyecto y de los complejos entresijos de esta modalidad tan peculiar de arte.


Obras analizadas.

Monasterio de Samos (Samos)
Capilla del Salvador (Sarria)
Iglesia de Santiago (Barbadelo)
Iglesia de Santa María (Mellid)
Capilla a la Santa y Reverencial Cruz (Monte del Monjoii)

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